martes, 9 de noviembre de 2010

¿FE o RAZON?

Las tres de la madrugada. Dos cafés y un cigarrillo apuntalan las palabras, mientras afuera la gente nace y muere. Y en el ínterin, vive. El mundo sigue girando.

-Yo creo en Dios. Tengo fe, una palabra que, a pesar de su brevedad, tiene toda la fuerza del dogma.

-Y también toda su flaqueza…Yo adhiero en cambio a los que, en materia religiosa, sostienen ideas positivistas y evolucionistas.

-¿Y no crees en Dios?

-Creer, de acuerdo con la Real Academia Española, significa “tener por ciertos hechos supuestos”; por lo tanto, “no creer”, de ninguna manera significa negar.

-Te contradices…

-La contradicción es sólo aparente; para aclararla es necesario ampliar un poco el concepto de “creencia”, ya que si bien es cierto que la anterior definición es correcta, creer también significa para mí, tener por cierto no solamente hechos supuestos sino además “hechos concretos”, admitiendo de esa manera un sentido más afirmativo y menos ambiguo para esa palabra. Por ejemplo: yo “creo” que este papel es blanco porque una determinada norma de codificación lexicográfica le ha dado convencionalmente ese nombre a ciertas sustancias que emiten radiaciones cromáticas que impresionan mi retina de tal manera que ellas son identificadas en mi cerebro con la palabra “blanco”; aceptando el mismo sentido afirmativo para la palabra “creer” puedo decir también: “no creo” que este papel sea de otro color; es más, pasando ya al terreno de las negaciones, “niego que este papel sea negro”, por las circunstancias antes expuestas. Pero para el caso específico de Dios, debemos remitirnos nuevamente a la acepción primera de la palabra “creer”, es decir, cuando afirmaba con la Real Academia que es “tener por cierto hechos supuestos”; porque la existencia de Dios es indudablemente un hecho supuesto. Y en este caso la negación toma ya un carácter mucho más esotérico, porque, ¿cómo podríamos negar la existencia de algo que es solamente supuesto?

-Admite, entonces, al menos, que la existencia de Dios es probable.

-Yo diría más bien posible. Y es precisamente entre esas dos palabras donde debemos trazar una línea divisoria. En el terreno de lo supuesto se puede afirmar que una cosa es “improbable”, como en el caso de Dios, pero no que es “imposible”; porque dialécticamente todas las suposiciones son posibles. En cambio sí puede negar, por ejemplo, un hecho concreto: el de nuestras propias inexistencias, dado que existimos.

-Pero una cosa es incontrastable: si tú y yo existimos, si el Universo existe, es porque Dios lo creó.

-¿Y quién creó a Dios?

-Dios es eterno.

-Pero, ¿Porqué tenemos que ser parciales y atribuirle eternidad solamente a Dios y no al Universo mismo? Si admitimos que Dios creó al Universo de la Nada, ¿por qué no pudo ese mismo Universo haberse creado por generación espontánea?

-Ningún elemento puede surgir de la Nada; para que ello ocurra es necesario que exista un ente creador; y ese ente es Dios.

-Volvemos a lo mismo: en ese caso, Dios también tuvo que ser creado. Y así la cuestión queda indefinidamente sin resolver. Todo resultaría más sencillo si las distintas religiones prescindieran de ese complicado invento que significa la teorización de un ente creador y admitieran la eternidad del Universo mismo.

-Con ello estás admitiendo tácitamente otro tipo de religión: la panteísta. Además si admitiéramos la eternidad del Universo, tendríamos que admitir también su infinitud; porque de lo contrario, si aceptamos que el Universo se creó por generación espontánea o fue Dios quien lo hizo, y por lo tanto, tuvo un principio, -no sólo cronológico, sino también espacial-, tenemos que aceptar al mismo tiempo que también debe tener un fin, como lo postulan algunas modernas teorías físicas…

-Pero entonces cabe preguntarse: y antes de la creación del Universo, ¿qué existía?

-La Nada.

-¿Y desde cuando?

-Tendríamos que admitir que la Nada es eterna…

-¿Y más allá de la finitud del Universo?

-Otra vez la Nada, ahora infinita.

-Infinita y eterna…¿Por qué no eliminar toda esa serie de representaciones psico-teórica y admitir, de una buena vez, que sólo el Universo es eterno e infinito?

-¿Y por qué no Dios? Yo “creo” en él.

-Allá tú. Pero para terminar con un poco de humor este escabroso tema, te propongo la solución de este otro enigma que plantea Vargas Llosa en una de sus brillantes narraciones: Si Dios es eterno y además omnipotente, ¿podría, si lo deseara, autoeliminarse? Si lo hiciera, dejaría de ser eterno; y si no lo lograra,
-por ser eterno- entonces, dejaría de ser omnipotente…

No hay comentarios:

Publicar un comentario